Sin dudas llegar al Abra de Gallo era todo un hito no sólo por la altitud alcanzada por los autos (4630 metros sobre el nivel del mar) sino también por la singular belleza del entorno.
Todos, absolutamente todos, estábamos muy felices. Deborah agregaba una piedra a la apacheta - seguramente pidiendo a la Pachamama nos augure un buen viaje -, mientras que Chugo filmaba y tomaba fotos. Juan y yo veníamos por detrás de Chugo y Deborah y nos juntamos en el festejo. Como me sentía más que bien es que decidí hacer un salto en el festejo junto al cartel que indican los 4630 metros.
Como parte de las locuras - QUE NO RECOMIENDO HACER - hice un pequeño trote en los pocos metros que separaban la Ford Ecosport de Juan del Renault de Chugo, con una clara ayudita del fuerte viento llegué enseguida.
En ese momento súblime lo que menos pensé fue en la Puna y en el apunamiento. Por suerte y agradecido a la Pachamama es que no sufrí ningún inconveniente.
Serpenteamos una pronunciada bajada en la que podemos observar como tristemente los conductores de camiones mineros tiran al vacío sus inservibles ruedas, tapizando el paisaje de neumáticos y transformando literalmente a la zona en un cementerio de caucho. Seguimos bajando unos 8 Km. aproximadamente y nos encontramos con un cartel que indica el nombre de la cuesta que acabábamos de transitar. Como era de esperar la cuesta se llama Cuesta de Gallo.
Nuestro viaje prosiguió en un paisaje de una belleza sumamente singular. En cada uno de nuestros pasos por la ruta nos entusiamaba más y más las bellezas que veíamos.
Y allá va el R12 lanzado como una flecha al viento!!!
Los paisajes se suceden uno al otro y del rojo pasamos al marrón y de este al amarillo de los pastos de altura. También de este desierto amarillento pasamos al oasis de una amarillenta vega que seguramente en verano cambiará su color y en donde pastaban una importante cantidad de animales. La presencia de llamas y burros nos obliga a entender que nos encontramos en las cercanías de un asentamiento humano.
A nuestro costado una vez más aparece un río que ayuda a que las pasturas sean más frecuentes y sirvan para una mayor presencia de animales.
Es en este lugar justamente en donde nos paramos por un rato ante la presencia de un grupo importante de llamas.
Chugo contaba en su blog que situado en el mismo lugar hubo una llama que "comenzó a dar vueltas alrededor nuestro durante un bueeen rato!..." y continúa diciendo ..."Nos miraba con cara "poco amigable", así que por las dudas cerramos los vidrios". Nosotros que veníamos un poco más atrás vimos que Chugo era rodeado por una llama de gran porte y que al rato arrancaría con el auto. Seguido a ello, nos tocó el turno a nosotros que, a diferencia de Chugo decidimos dejar las ventanillas bajas. Nuestro amigo "centinela" comenzó a venirse a nosotros en su dura labor de ser quien custodia al resto de la manada.
Así fue que se nos venía "al humo" cada vez que nosotros parábamos. Estuvimos unos tres minutos en el que sacábamos fotos a la manada arrancábamos un poquito y volvíamos a parar.
Lo cierto fue que en esta última foto la llama se acercó más de la cuenta, llegando a meter la cabeza dentro de la Ford Ecosport de Juan y creando un desbarajuste tan grande que se nos rompió una lámpara del auto.
Seguimos viaje tomando una prolongada recta que nos depositaría finalmente en Santa Rosa de los Pastos Grandes. Uno de los objetivos del viaje estaba a punto de cumplirse.
El paisaje deja atrás esos tonos amarillentos para transformarse en un paisaje típico de montaña con un protagonista excluyente: El Nevado del Quewar.
Pronto estaríamos llegando a Santa Rosa de los Pastos Grandes, lugar en el que nos quedaríamos por espacio de 20 minutos visitándolo. Pero ello será parte de una nueva crónica de nuestro viaje en la próxima entradada, dedicándole a este hermoso pueblo de la Puna Salteña un espacio en la crónica como creo que se merece.
No te pierdas la próxima entrada de Locos x la Puna...en Santa Rosa de los Pastos Grandes!!!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario